Curso e-Druida

María Martín Cerezuela

Las reacciones adversas a nivel gastrointestinal son uno de los efectos más comunes de los medicamentos. Aparecen habitualmente en forma de náuseas, vómitos, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, pérdida del apetito, acidez gástrica o incluso hemorragias digestivas.

Estas reacciones aparecen porque algunos medicamentos pueden producir inflamación de la mucosa digestiva, impedir el correcto funcionamiento de la bomba de protones o aumentar la secreción de algunas enzimas digestivas.

Los antiinflamatorios no esteroideos, conocidos como AINES, son ampliamente utilizados para tratar el dolor, la inflamación o la fiebre. En este grupo se incluyen fármacos como ibuprofeno o diclofenaco. Su uso, tanto oral como parenteral, puede producir irritación o erosión de la mucosa digestiva. Este efecto adverso depende de la inhibición de las prostaglandinas, unas moléculas que juegan un papel importante en la protección de la mucosa gástrica, limitando la secreción ácida del estómago y estimulando la formación de mucus, de manera que su utilización puede dar lugar a esofagitis, úlceras gastroduodenales o hemorragias digestivas. Cuando existen factores de riesgo como antecedentes de úlceras o hemorragias digestivas, personas mayores de 65 años, o que se requieran dosis elevadas de fármaco, durante periodos prolongados o el uso de dos AINES diferentes, es conveniente utilizar un fármaco del grupo coxib (celecoxib, etoricoxib) que son menos lesivos para el tubo digestivo, o utilizar un fármaco protector como el omeprazol. 

Otro tipo de fármacos que producen toxicidad digestiva son los antibióticos. Muchos de estos medicamentos como la amoxicilina-ácido clavulánico o la penicilina, alteran el equilibrio entre los diferentes tipos de bacterias en el intestino o la cantidad de éstas, reduciendo la microbiota normal, de manera que se favorece la aparición de molestias gastrointestinales, náuseas y vómitos o principalmente diarreas. En general, las diarreas son autolimitadas y mejoran espontáneamente al cabo de unos días. Cuando son abundantes (4 deposiciones al día, de consistencia líquida) es importante la ingesta abundante de líquidos para evitar la deshidratación y el desequilibrio electrolítico  (pérdida de los minerales que hay en el cuerpo, como el sodio y el potasio) y es conveniente seguir una dieta astringente. Si la diarrea es grave, existen medicamentos antidiarreicos como loperamida o racecadotrilo.

En cambio, el uso de algunos medicamentos como la morfina o el fentanilo producen el efecto contrario. Debido a su mecanismo de acción, pueden disminuir la motilidad intestinal produciendo estreñimiento. Para evitarlo es recomendable dieta rica en fibra y frutas, ingesta abundante de líquidos y ejercicio físico. En caso de ser necesario, pueden utilizarse laxantes como plantago ovata, parafina, lactulosa o glicerol.

Los efectos gastrointestinales más comunes asociados al uso de quimioterapia son las náuseas y vómitos. Pese a los avances en las pautas de tratamiento de prevención, continúan siendo uno de los efectos más conocidos y que más nos preocupan de los medicamentos antineoplásicos. Este efecto se produce porque los fármacos citotóxicos son activos sobre las células en fase de reproducción, como las de la mucosa del aparato digestivo. Cuando los vómitos son graves, abundantes y frecuentes pueden causar deshidratación, desequilibrio electrolítico y pérdida de peso. Debido al origen multifactorial y los diferentes tipos de náuseas y vómitos existen diferentes grupos de fármacos antieméticos que actúan con distintos mecanismos de acción, y que empleados en combinación permiten el control de las náuseas y vómitos en la mayoría de los pacientes. Estos fármacos son los antagonistas de los receptores de la dopamina,  como la clorpormacina o metoclopramida, los antagonistas de la serotonina, como el ondansetrón o el granisetrón, los inhibidores del receptor NK-1, como el aprepitant o los corticoides, como la dexametasona.

Algunos consejos para prevenir o reducir los efectos gastrointestinales

1. Se recomienda realizar varias comidas al día, al menos 5, de menor cantidad.
2. Comer despacio y masticar bien los alimentos.
3. Evitar alimentos grasos, fritos o muy dulces.
4. Tomar muchos líquidos previo a la comida para evitar la deshidratación e intentar reducir la ingesta durante la comida para tener menos sensación de plenitud.
5. Chupar caramelos blandos sin azúcar o chicles sin azúcar con xilitol puede ayudar a estimular la producción de saliva haciendo más agradable la comida posterior. Se pueden sustituir por trozos de piña natural.
6. Comer en un lugar agradable y ventilado y mantener un ambiente tranquilo a la hora de la comida puede ayudar a reducir náuseas y vómitos.
7. No tumbarse después de comer, es mejor permanecer sentado en un sillón unas dos horas.
8. Evitar bebidas alcohólicas y gaseosas, pues favorecen las náuseas.
9. Si nota sabor metálico a los alimentos, puede disminuirlo con especias, que mejorarán el sabor.
10. Si tiene nauseas por la mañana, comer antes de levantarse. Le vendrá bien tener en la mesilla de noche algún alimento seco como galletas, tostadas o pan.